Riesgos de consumir alcohol durante el embarazo y la lactancia
“Una cervecita apenas tiene alcohol”, “Un vaso de vino comiendo es bueno para la salud”, “Pasarse un día tampoco es para tanto”, “¡Cómo no vas a brindar con champán, si es fin de año!”, “Yo bebí cuando estaba embarazada y no pasó nada”. Seguro que has escuchado alguna de estas frases u otras parecidas cuando una embarazada está en una reunión y se niega a tomar alcohol. O quizá las has pensado, mientras te pides un tercio con una barriguita de cuatro meses, convencida de que los médicos exageran y tampoco es para tanto.
Lamento decirte que estás totalmente equivocada; aunque, por desgracia, no eres la única. Se calcula que entre el 25 y el 45 por ciento de las mujeres españolas sigue bebiendo durante el embarazo a pesar de que es un hábito tan pernicioso que puede provocar en el bebé anomalías congénitas y problemas de salud que padecerá durante toda su vida. TODA su vida, sí, porque no hay cura.
¿Te parece una exageración? No, no lo es. Para muestra, un botón: según una guía publicada por la sociedad científica española Socidrogalcohol, el consumo de bebidas etílicas solo es superado por el síndrome de Down como origen del retraso mental en el recién nacido y es, por lo tanto, el primer motivo no genético de retraso mental irreversible y evitable del niño. Evitable. Resulta demoledor.
Y no, no carece de importancia si es solo un trago. Cuando una embarazada bebe alcohol, este se desplaza por su vía sanguínea hasta la del bebé a través del cordón umbilical, afectando a sus tejidos y órganos. Debido a su fragilidad y tamaño diminuto, esta sustancia se descompone mucho más lentamente en su cuerpo que en el de un adulto, por lo que el nivel de alcohol en la sangre del bebé permanece elevado por más tiempo que en la madre, perjudicando su desarrollo de manera permanente; el menor de sus males si consideramos que también puede causar un aborto espontáneo y la muerte fetal.
Peligros del alcohol durante el embarazo: los TEAF
Beber alcohol durante la gestación provoca en el bebé una amplia gama de discapacidades físicas, intelectuales y del comportamiento que se conocen como trastornos del espectro alcohólico fetal (TEAF). Estos problemas de salud incurables pueden presentarse en el nacimiento o desarrollarse posteriormente durante la infancia o la adolescencia y oscilar entre leves y graves.
Para describir y clasificar los trastornos del espectro alcohólico fetal en los bebés y los niños, los especialistas suelen utilizar los siguientes términos:
- Síndrome alcohólico fetal (SAF): Los que padecen SAF presentan características faciales anormales, deficiencias de crecimiento y del sistema nervioso central, y problemas de vista, audición, aprendizaje, memoria, atención y comunicación.
- Trastorno del neurodesarrollo relacionado con el alcohol: Las personas con este trastorno pueden sufrir discapacidades intelectuales y problemas de conducta y aprendizaje como, por ejemplo, un rendimiento escolar bajo, memoria limitada, poco control de sus impulsos y predisposición al alcoholismo cuando sea adulto.
- Defectos de nacimiento relacionados con el alcohol: Estos defectos pueden incluir problemas permanentes del cerebro (incluyendo malformaciones y parálisis cerebral), corazón, riñones, huesos, músculos, vista y audición.
- Trastorno neuroconductual asociado a la exposición prenatal al alcohol: Un niño o un adolescente con este tipo de trastorno neuroconductual presentará problemas en tres áreas: pensamiento y memoria, conducta y vida cotidiana.
Diagnóstico de los trastornos del espectro alcohólico fetal
Los síntomas de los TEAF pueden ser físicos, cognitivos y conductuales. Aunque no todos los afectados presentan los mismos síntomas ni el mismo nivel de afectación, los más habituales son los siguientes:
- Rasgos físicos: Suelen ser niños con baja estatura, cabeza de tamaño más reducido y peso corporal inferior a la media. En cuanto a sus rasgos faciales, suelen tener ojos pequeños, puente nasal bajo, nariz chata o aplanada, parte superior de la oreja sin desarrollar, labio superior fino y surco subnasal (el surco vertical entre la nariz y los labios) menos marcado o casi inexistente.
- Trastornos neuroconductuales: Problemas de la conducta y el estado anímico (fuertes rabietas, cambios de humor), discapacidad intelectual o cociente intelectual bajo, retrasos en el pensamiento, el habla y el lenguaje, hiperactividad, deficiencias en la capacidad de razonamiento y juicio, dificultad para prestar atención, concentrarse y planificar las tareas, mala memoria, problemas de aprendizaje, bajo rendimiento escolar (especialmente en las matemáticas), conflictos con la vida cotidiana (como vestirse, bañarse o jugar con otros niños).
- Otros síntomas observables: Problemas de succión y dificultades para dormir en los bebés, un tono muscular deficiente, problemas con el movimiento y el equilibrio, deficiencias en la audición (sordera neurosensorial) y en la visión (anomalías visuales), temblores.
Tratamiento para los trastornos del espectro alcohólico fetal
No hay cura para los TEAF. Son crónicos y afectarán a tu hijo durante toda su vida. No obstante, identificar a los niños con estos trastornos e intervenir lo antes posible mejorará su calidad de vida, disminuyendo las discapacidades secundarias.
Si has bebido durante el embarazo, acude cuanto antes a un pediatra y pídele que te remita a un especialista en trastornos del espectro alcohólico fetal. No esperes a que se manifiesten ni agraven. Debes entender que si estas alteraciones no son tratadas, pueden derivar en la vida adulta en discapacidades secundarias como fracaso escolar, trastornos mentales, consumo de alcohol o estupefacientes, conductas sexuales inapropiadas o internamiento en instituciones. Aunque no haya cura para los TEAF, identificar lo antes posible a los niños que los padecen permitirá un tratamiento personalizado que mejore considerablemente su desarrollo y calidad de vida.
Cero alcohol durante todo el embarazo
Ingerir alcohol en cualquier momento de la gestación puede dañar al feto. Durante el primer trimestre puede provocarle malformaciones craneofaciales y déficit neurológicos severos; durante el segundo, afectar a su desarrollo cerebral y provocarle malformaciones en el cuerpo calloso y durante el tercero, causar microcefalia (el cerebro no se desarrolla lo suficiente) y pérdida neuronal, ocasionando disfunciones neurológicas.
Tampoco es recomendable beber si se está planificando un embarazo. Por un lado, el consumo puede producir disminución de la fertilidad y alteraciones del ciclo menstrual; y por otro, suelen transcurrir algunas semanas de embarazo antes de que este se confirme y estas son cruciales porque coinciden con las etapas iniciales del desarrollo embrionario del bebé, en las que es especialmente vulnerable a cualquier agente perjudicial. Por ello, en cuanto descubras que estás embarazada, deja de beber de inmediato y si lo has estado haciendo antes de saberlo, díselo a tu médico para que tome constancia y determine si es necesario que te hagas más chequeos prenatales de lo habitual.
Si sigues pensando que por una copita de vino o una caña al día no pasa nada, por favor, ten muy claro que la única cantidad que evitará el síndrome de alcoholismo fetal en tu bebé es cero; aunque, obviamente, cuanto más alcohol consumas, más numerosos y graves serán los TEF que sufra tu bebé de por vida.
De todos modos, no hace falta que la madre sea alcohólica o una gran bebedora; el consumo ocasional o una borrachera puntual también aumentan las posibilidades de que el desarrollo del bebé se vea seriamente afectado. De hecho, tomar cantidades moderadas de alcohol estando embarazada (una cerveza diaria) puede provocar un aborto espontáneo.
Por ejemplo, The American Psychological Association (APA) considera que para que el bebé desarrolle un trastorno neuroconductual asociado a la exposición prenatal al alcohol, la madre tiene que haber consumido más de 13 tragos de bebidas alcohólicas por mes durante el embarazo o más de 2 tragos en una misma ocasión. Considerando que un trago equivale a 355 ml de cerveza (un tercio o una lata), 148 ml de vino (una copa) o 44,36 ml de licor (ídem), te darás cuenta de lo sencillo que es provocar este trastorno.
Eso sí, matizar que en todo momento me refiero a beber alcohol. No es peligroso utilizar alcohol de modo tópico (por ejemplo, para desinfectar una herida), aunque deberás tener cuidado si está mezclado con alguna hierba como romero ya que, como te expliqué en este reportaje, algunos productos herbales pueden dañar al feto. En caso de duda, consulta a un especialista.
Consumo de alcohol durante la lactancia
Algunas mujeres creen que los riesgos del alcohol para el bebé terminan cuando este nace. Es un error. También lo es la creencia popular que afirma que beber una cerveza al día aumenta la producción de leche; en realidad, el alcohol reduce la producción de leche entre un 10 y un 25%.
En cuanto a los riesgos para el bebé, el consumo de alcohol durante la lactancia puede provocarle los siguientes trastornos o afecciones:
- Alterar el desarrollo cognitivo o cerebral del niño, es decir, el proceso de aprendizaje relacionado con la memoria, el lenguaje, el pensamiento, el razonamiento y la sociabilidad, afectando a las actividades normales de su vida diaria.
- Desmedro o fallo de medro: el peso o curva de ganancia de peso del niño no se corresponde con el de otros de su misma edad y sexo. Este retraso en el aumento de peso y en el crecimiento físico puede ocasionar a su vez retrasos en el desarrollo y en la maduración corporal y cerebral.
- Cambios en los patrones de sueño.
- Sedación.
- Convulsiones, coma y muerte del lactante, en los casos más graves.
No hay ningún nivel de alcohol en la leche materna que se considere seguro para un bebé aunque, obviamente, a mayor ingesta de alcohol, mayores son los trastornos que puede causarle. Si bebes, el alcohol pasará a tu leche en concentraciones similares a las que se encuentran en el torrente sanguíneo. Si bien es cierto que un lactante está expuesto a solo una fracción del alcohol que bebe su madre (aproximadamente un 20 por ciento menos), lo elimina de su cuerpo a solamente la mitad de la proporción de lo que lo hace un adulto.
Si aun así decides tomar alcohol, evita dar el pecho hasta que este haya desaparecido completamente de la leche. El tiempo necesario que debes esperar dependerá de tu peso corporal (a menos peso, más tiempo), la gradación alcohólica de la bebida (no es lo mismo una cerveza rubia que una negra, ni una copa de vino a un chupito de orujo o mezcal) y la cantidad de tragos que te hayas echado. Para determinar el tiempo que debes dejar transcurrir entre la ingesta de alcohol y el momento de dar el pecho, deberás seguir esta proporción: dos horas y media por cada 10 -12 g de alcohol consumidos; aproximadamente un tercio (330 ml) de cerveza de 4,5% o un vaso (120 ml) de vino de 12% o una copa (30-40 ml) de licor de 40-50%.
Debes tener claro que esta regla no es una fórmula matemática exacta, y que también dependerá de otros factores como si has comido o no. Bombear y deshacerse de la leche materna no acelera la eliminación del alcohol del cuerpo al igual que correr alrededor del coche no baja el nivel de alcoholemia, pero si tienes que saltarte una sesión de amamantamiento porque has bebido, hacerlo te ayudará a mantener el suministro y evitar la congestión en las mamas.
No permitas que el alcohol te venza
Como has podido ver, si consumes alcohol durante el embarazo puedes sufrir un aborto espontáneo y provocar defectos de nacimiento y discapacidades del desarrollo a tu hijo que le afectarán durante toda su vida.
En cuanto a la lactancia, si tienes la tentación de dejar de dar el pecho a tu bebé para poder tomar, debo recordarte que la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Academia Americana de Pediatría (AAP) y el Comité de Lactancia de la Asociación Española de Pediatría recomiendan alimentar al bebé exclusivamente con el pecho durante sus primeros 6 meses de vida, ya que no solo cubre las necesidades nutricionales para su adecuado crecimiento y desarrollo físico; desde el punto de vista emocional, le asegura el establecimiento de un buen vínculo madre/hijo y una relación de apego seguro con su madre, elementos esenciales para que se desarrolle correctamente como persona segura e independiente.
Además, numerosos estudios científicos han revelado que los niños no alimentados con leche materna son más proclives a desarrollar problemas de salud como infecciones gastrointestinales, respiratorias y urinarias, y corren un riesgo mayor de muerte súbita y de muerte durante el primer año de vida.
Por favor, si estás tratando de quedarte embarazada o ya lo estás y no puedes dejar de beber, ¡busca ayuda! Tu médico podrá proporcionarte las herramientas necesarias para vencer la tentación. ¡No permitas que el alcohol te venza!
Brenda B. Lennox es el seudónimo de una escritora con varios premios literarios a su espalda. La máscara que le permite mostrar su lado más salvaje en textos eróticos que destilan crudeza no exenta de humor negro y poesía. La firma que avala su compromiso con la sexualidad y la salud femenina en artículos para medios como Volonté o Intimina.