Deficiencia de hierro y anemia ferropénica

Salud femenina | | Brenda B. Lennox

El hierro es un mineral esencial para el crecimiento y desarrollo del cuerpo, ya que interviene en numerosos procesos vitales como la producción y desarrollo de la hemoglobina y los glóbulos rojos, el transporte del oxígeno, la biosíntesis de ADN, la metabolización de las proteínas, el aumento de la resistencia a las enfermedades y la formación de colágeno.

Un déficit prolongado de hierro puede provocar anemia ferropénica, una afección cuyos síntomas pueden incluir agotamiento, dolor de cabeza, mareos, dificultad para respirar, arritmias, falta de concentración, pérdida de memoria y cambios en el estado de ánimo, entre otros.

Las mujeres somos más propensas tanto a un déficit de este nutriente como a una anemia ferropénica, por causas como la menstruación, el embarazo y la lactancia, a las que se suman otras como una dieta baja en hierro, una incorrecta absorción de este o sufrir una enfermedad crónica. 

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la anemia afecta al 30% de las mujeres no embarazadas y al 37% de las mujeres embarazadas de 15 a 49 años, a nivel mundial, aunque puede elevarse al 40-50% en los países más desfavorecidos. En cuanto a España, un artículo publicado en 2018 por la Sociedad Española de Hematología y Hemoterapia (SEHH) revela que el 20% de las mujeres en edad fértil, 40% de las gestantes y 15% de los adolescentes tiene anemia ferropénica.

En teoría, los casos de anemia ferropénica disminuyen tras la menopausia debido a factores como la desaparición de la menstruación y una necesidad menor de hierro (la Cantidad Diaria Recomendada a partir de los 50 años es de unos 6 mg, frente a los 18 mg recomendados para mujeres con edades comprendidas entre los 19 y los 50); sin embargo, esto no quiere decir que las mujeres mayores de 50 años no puedan sufrirla; de hecho, estudios recientes muestran que hay más casos de anemia ferropénica en mujeres mayores de 65 de lo que se estimaba (incluso mayor que en edades inferiores). 

Es muy importante prevenir este tipo de anemia y tratar el déficit de hierro cuanto antes, no solo para evitar que se cronifique, sino porque puede ser síntoma de un problema subyacente que hay que tratar de manera inmediata, como trastornos intestinales, úlceras de estómago, hernia de hiato e incluso cáncer; por eso, hablaremos en este artículo sobre las causas más habituales del déficit de hierro y la anemia ferropénica en mujeres, los síntomas, el tratamiento y las claves para prevenirlos.

Causas del déficit de hierro

Desequilibrio nutricional

Una de las causas principales de la anemia ferropénica es el desequilibrio nutricional, causado bien por una dieta insuficiente, bien por problemas de absorción de hierro:

  • Dieta insuficiente. Una alimentación poco equilibrada en nutrientes puede causar una deficiencia de hierro. Este desequilibrio puede obedecer a varias causas, como los trastornos de la conducta alimentaria (bulimia, anorexia nerviosa), las dietas milagro para perder peso, alimentación con pocas fuentes de este mineral o el veganismo, si no se planifica de manera adecuada. 
  • Problemas de absorción de hierro. A veces, la dieta es correcta en hierro, pero el cuerpo tiene problemas para absorberlo, por factores como enfermedades del páncreas (como la pancreatitis crónica), trastornos intestinales (como la enfermedad de Crohn o la enfermedad celíaca), enfermedades del hígado o vías biliares (como la cirrosis hepática), una cirugía intestinal y tomar determinada medicación (como antibióticos y antiácidos). 

Hipermenorrea o menorragia

La hipermenorrea o menorragia es un trastorno en el que el volumen del flujo menstrual supera los parámetros considerados normales. Por lo general, se considera que el sangrado menstrual intenso es de 60 ml a 80ml en cada ciclo; y si supera los 80 ml, un signo de alerta, no solo porque puede ser un síntoma de una enfermedad grave, sino también porque suele provocar calambres menstruales muy dolorosos y anemia ferropénica.

La menorragia puede ser relativamente frecuente en la adolescencia, porque durante el primer año tras la menarquía (primera regla), muchas chicas no ovulan (es decir, sus ovarios no liberan un óvulo); cuando esto ocurre, el organismo no produce progesterona y este desequilibrio hormonal puede provocar una menstruación abundante. 

Durante la madurez (y, en algunos casos, durante la adolescencia), la menorragia obedece a factores como determinados medicamentos (pastilla anticonceptiva, antiinflamatorios…), patologías (fibromas, pólipos, endometriosis, enfermedad inflamatoria pélvica…), cáncer de útero y desequilibrios hormonales provocados por distintas afecciones (como la obesidad, el síndrome de ovario poliquístico o SOAP, trastornos en la tiroides, la resistencia a la insulina…), etc. 

Perimenopausia

Los cambios hormonales que se producen durante la perimenopausia (etapa previa a la menopausia o cese definitivo de la menstruación) pueden alterar el ciclo menstrual y ser más largo de lo habitual (oligomenorrea), más frecuente (polimenorrea) y más copioso (hipermenorrea); por lo que al aumentar el flujo menstrual aumenta el riesgo de anemia férrica. 

Posmenopausia

En el encuentro con expertos sobre la «Importancia del déficit de hierro/anemia en el paciente de Medicina Interna», los especialistas explicaron que la anemia ferropénica es una de las patologías más frecuentes y de especial importancia para los Servicios de Medicina Interna, porque tiene una prevalencia que alcanza hasta el 40-50% en enfermedades crónicas como la insuficiencia cardíaca, la Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC) o en pacientes con comorbilidad múltiple, a lo que se suma que es un factor de riesgo independiente para una mayor morbimortalidad, debido a que se asocia a un peor pronóstico en multitud de situaciones clínicas en pacientes de edad avanzada.

Embarazo y lactancia

Durante el embarazo, aumenta el volumen de sangre en el cuerpo y este necesita mayor cantidad de hierro para producirla y poder suministrar oxígeno al bebé. Si la madre no tiene suficientes reservas de hierro o no obtiene el que necesita (por causas como un embarazo múltiple, vómitos frecuentes por las náuseas, antecedentes de anemia o una nutrición insuficiente), puede sufrir anemia ferropénica y poner en peligro la salud de ambos, ya que está relacionada con el parto prematuro, el nacimiento con bajo peso y la muerte infantil, así como la depresión posparto (a la que también puede contribuir la perdida de sangre durante este) y la muerte de la gestante durante el embarazo o en la semana posterior al parto (las mujeres embarazadas con anemia tienen el doble de riesgo de morir respecto a aquellas que no la tienen). 

Por otro lado, la transferencia de hierro de la madre al bebé durante la lactancia también puede causar una deficiencia de hierro que dé lugar a trastornos como la depresión posparto.

Triada de la mujer deportista

La exigencia física por encima de las posibilidades reales y la obsesión por mantener un peso poco saludable predisponen a sufrir la triada de la deportista o atleta, un síndrome grave que se diagnostica cuando coexisten tres elementos relacionados entre sí: baja disponibilidad energética con o sin trastornos de la conducta alimentaria (TCA), alteración del ciclo menstrual y baja densidad mineral ósea.

Como vimos en este artículo sobre la triada de la mujer deportista, sus síntomas incluyen anemia, fatiga, pérdida de peso y/o de masa muscular, fracturas óseas, intolerancia al frío, hipotermia, frío y pérdida de color en pies y manos, menor capacidad de concentración y depresión.

Enfermedades

Además de las enfermedades y trastornos que provocan que el cuerpo no absorba suficiente hierro en la dieta, también pueden causar su déficit y derivar en anemia ferropénica los sangrados internos causados por úlceras de estómago o de duodeno, gastritis erosiva (pequeñas heridas en el estómago originadas por medicación como ácido acetilsalicílico, ibuprofeno o medicamentos para la artritis), hernia de hiato, hemorroides, fisura anal, pólipos de colon y cánceres del tubo digestivo (estómago, intestino delgado, colon), entre otras afecciones.

Síntomas de la anemia ferropénica

Los síntomas del déficit de hierro dependerán de su gravedad y de si ha avanzado hasta el punto de desembocar en anemia ferropénica. Por lo general, los más habituales son agotamiento o fatiga, dolores de cabeza, mareos, aturdimiento, sensación de falta de aliento (cuando haces tareas que antes te resultaban sencillas como caminar, subir escaleras o trabajar), falta de concentración y estado de ánimo muy bajo.

A medida que avanza, pueden aparecer otros síntomas como palidez (en todo el cuerpo o en zonas como la cara, los labios o las encías), caída del pelo, uñas frágiles y quebradizas, manos y pies fríos, problemas en la boca (boqueras o heridas en la comisura de los labios, boca seca o con sensación de ardor, grietas y úlceras bucales), arritmias o palpitaciones, amenorrea (ausencia de tres o más períodos menstruales seguidos), dolores musculares, síndrome de piernas inquietas, picas (antojos de comer cosas «raras» como hielo, cal o arena), déficit cognitivo, pérdida de memoria y estados depresivos.

Si no se trata, la anemia ferropénica puede provocar alteraciones en el metabolismo, en el sistema gastrointestinal, en el inmunitario (aumenta las probabilidades de sufrir infecciones) y en el cardiorespiratorio (incremento de problemas de corazón, como insuficiencia cardíaca o una angina de pecho). 

Además, este trastorno es un factor de riesgo independiente para una mayor morbimortalidad, porque se asocia a un peor pronóstico en variedad de situaciones clínicas en pacientes de edad avanzada; es decir, los pacientes de edad avanzada con anemia ferropénica tienen más probabilidades de sufrir otras enfermedades, de que se agraven las que ya padecen e incluso de fallecer.

Tratamiento de la anemia ferropénica

La anemia ferropénica en sí (sin otro trastorno subyacente) se trata con un aporte de hierro que, dependiendo de las características de la paciente y de la intensidad del déficit del mineral, puede consistir en hierro oral (como comprimidos y líquidos), hierro intravenoso (es decir, a través de la vena) e incluso una transfusión de sangre.

Es de vital importancia seguir las indicaciones del médico, ya que tanto el hierro oral como el intravenoso pueden tener efectos secundarios. En el caso del oral, algunas personas sufren estreñimiento y ardor o dolor de estómago; en cuanto al intravenoso, los efectos secundarios pueden incluir temblores, náuseas, vómitos, diarrea, cefalea, dolor torácico y lumbar, entre otros, y aunque suelen manifestarse poco después de la transfusión (es decir, bajo la supervisión del médico que lo ha suministrado), en algunos casos pueden aparecer después, por lo que es muy importante estar atenta y comunicárselo al médico para que nos oriente. 

Si bien el tratamiento principal de la anemia ferropénica es tomar suplementos de hierro, si tienes síntomas que te hacen sospechar que padeces un déficit de este mineral o anemia, no te automediques ni tomes los suplementos por tu cuenta; por un lado, puede que los síntomas sean de otra enfermedad; por otro, si es anemia, es necesario que el médico encuentre la verdadera causa y prescriba un tratamiento para esta (ya hemos visto que la anemia puede ser causada por graves trastornos de salud); finalmente, no es válido cualquier suplemento oral, es necesario que tomes la dosis exacta para ti, porque tan malo es un defecto como un exceso.

Una dosis excesiva de hierro puede provocar náuseas, vómitos, diarrea, inflamación de las paredes del estómago y úlceras; y una dosis extremadamente alta (cientos o miles de mg), insuficiencia de órganos, convulsiones e incluso la muerte, por lo que es muy importante que guardes los suplementos a buen recaudo si tienes niños o ancianos a tu cargo.

Prevención de la anemia ferropénica

La mejor manera de prevenir un déficit de hierro es a través de la alimentación, asegurándote la Cantidad Diaria Recomendada (CDR); esta dependerá de tu estado y tu edad, aunque suele ser 18 mg en adultos, 10 mg a partir de los 50 años, entre 18 y 27 mg las mujeres lactantes y 27 mg las embarazadas. 

Hay dos tipos de hierro en los alimentos, el hierro hemo y el hierro no hemo. El hierro hemo se encuentra solo en productos de origen animal, como la carne, el pescado, el marisco y las aves de corral, y el cuerpo lo absorbe mejor debido a su forma química; por el contrario, el hierro no hemo se encuentra en productos de origen vegetal (frutas, verduras, legumbres, frutos secos y granos), y su absorción depende de factores como el estado de salud o la combinación con otros alimentos. 

Entre los alimentos que contienen hierro en cantidades más altas se encuentran: alga espirulina, marisco, berberecho, semillas de calabaza, soja, mijo, chocolate negro casi puro, hígado de res y riñón de res.

Si el alimento contiene hierro no hemo, es decir, de origen vegetal, es muy importante que lo tomes acompañado de una fuente de vitamina C, como naranja, limón o piña, porque favorecen su absorción.

Por otro lado, hay alimentos que inhiben la absorción de hierro, así que deberás evitar comerlos dos horas antes y dos horas después de la fuente principal de este mineral (o de un suplemento). Los productos que inhiben la absorción son: alimentos ricos en calcio (leche, quesos, yogur), oxalatos (té, albahaca, orégano, perejil), polifenoles (café, frutos del bosque, especias, nueces) y huevos. Por otro lado, algunos medicamentos (como los antiácidos) pueden reducir la capacidad del cuerpo para absorber este mineral; consulta con tu médico si es el caso de la medicación que tomas.

Espero que este artículo haya aclarado tus dudas. Recuerda ir al médico cuanto antes si tienes síntomas de déficit de hierro, consulta con tu médico cuanto antes (para evitar que se cronifique o dé lugar a una anemia ferropénica) y no te automediques. Como hemos visto, aunque los suplementos de hierro son parte del tratamiento de la anemia ferropénica, es imprescindible saber cuál es su origen y tratarlo, ya que la deficiencia puede ser causada por una enfermedad (grave en muchas ocasiones). Además, debe ser un profesional quien te examine, haga las pruebas necesarias y determine qué tipo de suplemento debes tomar y en qué cantidad. 

Finalmente, si quieres prevenir este trastorno, mantén una alimentación equilibrada con fuentes de hierro hemo y no hemo, controla en qué momento comes los alimentos que dificultan su absorción y hazte análisis regulares si quieres quedarte embarazada, lo estás, tienes predisposición a este trastorno y has cumplido más de 60 años; también deberás seguir estos consejos cuando tengas una adolescente o una persona mayor a tu cuidado, ya que son especialmente vulnerables, en especial, las personas mayores con enfermedades crónicas, pues la deficiencia de hierro o la anemia ferropénica agrava sus cuadros y aumenta el riesgo tanto de sufrir otras enfermedades como de fallecer. Cuídate y cuídalos.

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